sábado, 22 de enero de 2011

Solitario en el camino

    La vida es como una gran carrera en bicicleta, cuya meta es cumplir
    la leyenda personal -aquello que, según los antiguos alquimistas, es
    nuestra verdadera misión en la Tierra.
    
    En la línea de partida estamos juntos, compartiendo camaradería y
    entusiasmo. Pero, a medida que la carrera se desarrolla, la alegría
    inicial cede lugar a los verdaderos desafíos: el cansancio, la
    monotona, las dudas sobre la propia capacidad. Nos damos cuenta de
    que algunos amigos ya desistieron en el fondo de sus corazones; aún
    siguen corriendo, pero es porque no pueden parar en medio de la
    pista. Este grupo se va haciendo cada vez ms numeroso, con todos
    pedaleando al lado del coche que acompaan, donde conversan entre sí
    y cumplen con sus obligaciones, pero olvidan las bellezas y desafíos
    del camino.
    
    Nosotros terminamos por distanciarnos de ellos y entonces estamos
    obligados a enfrentar la soledad, las sorpresas de las curvas
    desconocidas, los problemas que pueda crearnos la bicicleta. En un
    momento dado, después de algunas caídas sin que haya nadie cerca
    para ayudarnos, terminamos por preguntarnos si vale la pena tanto
    esfuerzo.
    
    S, vale. Se trata sólo de no desistir. El padre Alan Jones dice que
    para que nuestra alma tenga condiciones de superar esos obstáculos
    necesitamos cuatro fuerzas invisibles: amor, muerte, poder y tiempo.
    
    Es necesario amar, porque somos amados por Dios.
    
    Es necesaria la conciencia de la muerte, para entender bien la vida.
    
    Es necesario luchar para crecer, pero nunca dejarse ilusionar por el
    poder que llega junto con el crecimiento, porque sabemos que él no
    vale nada.
    
    Es necesario aceptar que nuestra alma, aunque sea eterna, está en
    este momento presa en la tela del tiempo, con sus oportunidades y
    limitaciones. Así, en nuestra solitaria carrera en bicicleta,
    tenemos que actuar como si el tiempo no existiera, hacer lo posible
    para valorizar cada segundo, descansar cuando sea necesario, pero
    continuar siempre en dirección a la luz divina, sin dejarnos afectar
    por los momentos de angustia.
    
    Estas cuatro fuerzas no pueden ser tratadas como problemas a ser
    resueltos, ya que están fuera de cualquier control. Tenemos que
    aceptarlas y dejar que nos enseñen lo que necesitamos aprender.
    
    Vivimos en un universo que es al mismo tiempo lo suficientemente
    gigantesco como para rodearnos y lo bastante pequeño como para caber
    en nuestro corazón. En el alma del hombre está  el alma del mundo, el
    silencio de la sabiduría. Mientras pedaleamos en direccion a nuestra
    meta, es siempre importante preguntar: "Qué hay de bueno en el día
    de hoy?" El sol puede estar brillando, pero si la lluvia estuviera
    cayendo, es importante recordar que eso también significa que las
    nubes negras se habrán disuelto en breve. Las nubes se disuelven,
    pero el sol permanece inmutable y no pasa nunca. En los momentos de
    soledad es importante recordar eso.
    
    Finalmente, cuando las cosas llegan a ponerse muy duras, no podemos
    olvidar que todo el mundo ya pasó por eso, independientemente de
    raza, color, situación social, creencias o cultura. Una hermosa
    plegaria del maestro suf Dhu'I-Nun (egipcio, fallecido el año 861
    a. C.) resume bien la actitud positiva necesaria en estos momentos:
    
    "Oh, Dios, cuando escucho las voces de los animales, el ruido de los
    árboles, el murmullo de las aguas, el gorjeo de los pájaros, el
    zumbido del viento o el estruendo del trueno, percibo en todos ellos
    el testimonio de tu unidad; siento que tú eres el supremo poder, la
    omnisciencia, la suprema sabidura, la suprema justicia.
    
    "Oh, Dios, te reconozco en las pruebas que estoy pasando. Permite,
    Oh, Dios, que tu satisfacción sea mi satisfaccian. Que yo sea tu
    alegría, aquella alegría que un padre siente por un hijo. Y que yo
    me acuerde de ti con tranquilidad y determinación, incluso cuando
    resulte difcil decir te amo"

    Paulo Coelho

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